Loading...

¿POR DÓNDE SE NOS CUELA EL PODER? (2ªparte)


Queridos amigos:

Si vuestra paciencia lo permite, me gustaría concluir este micro análisis dirigido a los centinelas del Poder, con el recuerdo de otra parte no menos importante de nuestras debilidades, conocidas técnicamente como falacias. Constituyen un tipo de razonamientos erróneos que sirven a nuestra estupidez y, lo que es peor, a que el Poder pueda verter por ellos su ponzoña.

Veamos las más comunes (os pido disculpas por la excesiva síntesis):

-La falacia del centro de atención es aprovechada para hacernos creer que, si hay terroristas feroces en Pakistán, creamos que todo el país sea así. Se produce cuando repetimos con insistencia la malignidad de un grupo y por extensión lo aplicamos al resto de elementos del mismo.

-En la falacia de las verdades a medias, tan usado en política, se coge una verdad fuera de contexto o solo una parte de ella para luego generalizar una proposición. Por ejemplo: no hay dinero, por tanto hay que recortar en Sanidad.

-Gracias a la falacia de la falsa vivencia, los medios de comunicación consiguen que pensemos en contra de una persona, grupo o raza, sometiendo a la audiencia a una cascada de horrores supuestamente cometidos por ellos.

-En la falacia arreglo de bulto, que yo he sufrido personalmente y que favorece la imposición de lo políticamente correcto, sucede que, si defiendo un concepto que suele practicar cierta tribu política o religiosa, necesariamente es porque yo simpatizo con dicha tribu. Esta falacia origina la exagerada simplificación de la realidad, favoreciendo su análisis maniqueo y siempre infantil.

-De la anterior procede la falacia del falso dilema, por la cual se presentan dos opciones como únicas, sin sopesar otras muchas. Por ejemplo, ¿eres neoliberal o intervencionista? Dando por supuesto que el mundo siempre se movió entre estas dos opciones.

-Falacia de probar con el ejemplo, como cuando se dice: “Gastar de más es malo para el Estado. Como la educación gasta mucho, por tanto es malo gastar mucho en Educación”.

-En la falacia de la causa simple; llegamos a la peligrosa y necia conclusión de que la causa de la 2ª GM reside en la maldad de Hitler, o que es nuestro presidente del Gobierno el culpable de los males de la nación.

-En la falacia de petición de principio, ocultamos la conclusión a demostrar entre las premisas. El Poder dice: “Afganistán está llena de talibanes; los talibanes son inmorales y deben ser castigados; por tanto, debemos hacer la guerra a Afganistán”.

-En la falacia cum hoc, ergo propter hoc, o error de correlación, es cuando deducimos un efecto de una causa solo por ser correlativos, y sin analizar otras causas. ¿A nadie le suena el “vamos a conquistar Irak porque los musulmanes que derribaron las Torres Gemelas se esconden allí”?

-En la non sequitur, las razones para soportar una afirmación son irrelevantes. Sucede cuando se afirma: “los hombres son malos y por eso el Estado debe proteger a las mujeres”.

-En el Argumentum ad consequentiam, damos veracidad a una conclusión solo porque las premisas son deseables. Es como decir “el país está bien porque, si no lo estuviera, hace ya tiempo que no estaría en la CCE”.

-El argumentum ad baculum es de los más recurridos. Sucede cuando se da como argumento la fuerza o la amenaza. Por ejemplo, cuando pensamos que habría que encerrar al vecino inmigrante porque me oímos de varios atracos realizados por compatriotas suyos; también sucede cuando el Gobierno nos roba impuestos como única opción porque hay que alimentar a la Banca y someterse a Bruselas.

-Por último, quisiera señalar la muy falaz ignoratio elenchi, de la que Aristóteles decía que todas las falacias podían reducirse a ella. Esta falacia conocida como la conclusión irrelevante, la aplicamos al aseverar: “Este es un buen tipo, después de todo, pertenece al partido comunista y siempre habla con los mendigos”. Aquí, partiendo de una posible verdad, como es el carácter afable de un individuo, deducimos su bondad de su pertenencia a un partido político, terreno éste más cercano a las creencias o simpatías.

Existen otros errores comunes como la falacia del franco tirador (usada para engañarnos con la autoría del derribo de las Torres Gemelas de Nueva York o con los excesivos recortes del Gobierno), o la falacia ad hominen (por la cual acusamos al autor del argumento en lugar de al argumento en sí), pero el análisis sería largo y tedioso, y excedería del propósito del mismo.

Solo deseo aclarar que este artículo dividido en dos, no tiene otra finalidad que proteger nuestros flancos, darnos conciencia de que nuestra fuerza radica también, y sobre todo, en hacer presentes las vulnerabilidades que llevamos dentro.